18/3/16

La gran epidemia [18-3-16]


La gran epidemia

Para el ciudadano medio la enfermedad cardiovascular no existe. Todas las encuestas han probado que la única patología que preocupa a la sociedad es el cáncer y luego, en mucho menor grado, el sida. Sin embargo, la aterosclerosis y las consecuencias derivadas de esta enfermedad son la verdadera lacra del mundo desarrollado y lleva camino de convertirse en el gran problema de salud de todo el planeta. Lo que más duele a muchos especialistas es que si existe una patología que responde bien a las medidas preventivas esa es la aterosclerosis.

«El gran reto al que nos enfrentamos es al de la prevención secundaria vascular», afirma el doctor Fernández Avilés. «Los pacientes que ya han tenido sintomatología aterotrombótica tienen un riesgo muy elevado de padecer otros episodios vasculares serios. Son enfermos que se benefician mucho de un tratamiento intenso y de un cambio radical en sus hábitos de vida. Con ellos y con los que padecen diabetes tipo 2 y síndrome metabólico hay que ser inflexibles en la prevención».


INFARTO

La forma de tratar el infarto agudo de miocardio ha cambiado en los últimos años. A la revascularización de la arteria obstruida con fármacos que ayudan a disolver el coágulo formado en su interior se ha añadido ahora la apertura mecánica del vaso con mallas intravasculares. No obstante, conseguir colocar en una mesa de cardiología intervencionista a un porcentaje alto de infartados en menos de tres horas desde que se iniciaron los síntomas -más allá de ese tiempo, el miocardio pueden haberse dañado de forma irreversible- es una tarea ardua. Incluso en países con un gasto sanitario extraordinario, como puede ser EEUU, el número de infartos que se tratan directamente con catéteres es bajo. La infraestructura necesaria para tener permanentemente disponible cardiología intervencionista, y su coste, son alguno de los 'handicaps' que tiene este tratamiento. El doctor Fernández Avilés cree que muchos infartos se podrían tratar con un protocolo fármaco-mecánico. «Se trataría de administrar un disolvente del coágulo de la forma más precoz posible, en la ambulancia incluso, para horas después, con el enfermo más estabilizado y sin prisas extremas, llevar a cabo una coronariografía y colocar el 'stent' donde estuviera indicado. Un excelente estudio español dirigido por Fernández Avilés, y publicado en septiembre en 'The Lance't, ha demostrado los buenos resultados de esta medida.

«En cualquier caso hay varios ensayos ya en marcha que determinarán cuáles son las mejores estrategias de reperfusión en el infarto en función de las características de cada uno de los pacientes. Otra de las áreas prometedoras, que tiene, además, un gran impacto en los medios de comunicación, es la de la regeneración miocárdica con células madre procedentes de la médula ósea. El grupo de Valladolid que dirige Fernández Avilés es uno de los pioneros en su uso. «Lo que hemos probado es que la utilización de células madre adultas a través de la arteria coronaria afectada es segura y factible. Tenemos también la clara impresión de que puede ser efectivo. Pero somos conscientes de que hay que investigar mucho para resolver interrogantes todavía sin respuesta antes de emprender ensayos clínicos a mucha mayor escala de los que se han realizado hasta ahora», afirma el especialista.

IMAGEN
La gran revolución de la cardiología del futuro llegará gracias a las modernas técnicas de imagen, sobre todo de la Resonancia Magnética (RM). Fernández Avilés predice la generalización de las pruebas de ecocardiografía, que se realizarán en la cabecera de la cama del enfermo, en la consulta, en los servicios de urgencias, con aparatos portátiles y manejables, y que servirán para discriminar si existe patología cardiaca general. Los pacientes en los que el 'eco' haya observado algún problema se revisarán con RM. «Es como tener el corazón en la mano», insiste el especialista.

«La finura, por ejemplo, con la que se puede detectar la variabilidad de la función miocárdica permitirá que el número de pacientes necesarios para realizar un ensayo clínico sea mucho menor que ahora».

Sin embargo, estas técnicas se enfrentan a un dilema: ¿quién es el especialista que debe controlarlas? En EEUU ya hay una dura pugna entre los expertos en imagen, los radiólogos de siempre, y los cardiólogos por hacerse con el mando de los aparatos de resonancia cardiaca y con los modernos escáneres capaces de conseguir coronariografías no invasivas de gran calidad. Los cardiólogos predicen que con el tiempo, y dada la prevalencia de la enfermedad vascular, los servicios que traten esta patología deberán incorporar en exclusiva un departamento de imagen muy versátil.

«Será el clínico el que tendrá que decidir cuál es la mejor prueba que necesita cada paciente y el que logrará los mejores resultados interpretando lo que aporten cada una de ellas», cree el cardiólogo español.

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